sábado, 12 de enero de 2008

A VECES

Escribir un poema se parece a un orgasmo:
mancha la tinta tanto como el semen,
empreña también más en ocasiones.
Tardes hay, sin embargo,
en las que manoseo las palabras,
muerdo sus senos y sus piernas ágiles,
les levanto las faldas con mis dedos,
las miro desde abajo,
les hago lo de siempre
y, pese a todo, ved:
¡no pasa nada!
Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo:
"Lo digo y no me corro".
Pero él disimulaba.



Fue uno de los primeros poetas que hizo estragos en mis normalidades, con este poema en particular Ángel González puso en pie mis sentidos. Espero que os guste y sirva para que queraís saber más de su obra.