domingo, 29 de julio de 2007

LOS DÍAS EVIDENTES

Es día veintisiete,
julio ya peina canas a 34º
y las moscas preparan un ataque masivo
a los contenedores de basura.

Las nubes ya se han roto los dientes
contra el sol,
es un amanecer
atípico para unas vacaciones.

Pero es que algunas cosas son así:
de tan convencionales
se vuelven sorprendentes, y uno entiende de pronto
que no se está tan mal
versionando canciones de Deep Purple
a la hora de la ducha
o tomando unas cañas
en el antro de siempre
ajenos al sonido de las obligaciones.

Verano convertido en sucedáneo
de rutina, tal vez, por el descuido
de algún dios interino
sin demasiada práctica
en esto de los días evidentes.



Sólo una visión más de los hechos, las cosas son poco más que lo que nosotros mismos hacemos de ellas. Noi suele ser beneficioso que sean ellas quienes nos marquen el camino.

domingo, 15 de julio de 2007

TUS MANERAS DE GRETA GARBO

Estabas perfecta en tu papel de Greta Garbo.
Fumabas un Marlboro,
el humo
dejaba adivinanzas en tu pecho
y un ambiente de bar de los sesenta.

Surtes efecto cuando me traicionas.
Cuando ríes y mueres un segundo
y cierras la ventana y te vendes
y desbocas perfiles
que no saben guardar las apariencias.

Y yo te miro,
como si nada
fuese más importante que tu vientre
apretado de olores
o el color de tu boca haciéndose la dormida.
Te miro sin palabras
ni conciencia,
sin valor ni memoria que me puedan culpar
si la noche ejecuta
la expropiación forzosa que es tu cuerpo.

lunes, 9 de julio de 2007

HUBO SOBRE LA TIERRA UN DÍA NEGRO

Del libro Los hijos de los hijos de la ira (Ben Clark)

Aquel día los gatos vomitaron
dejando a los ratones en la acera.

Aquel día los niños, embutidos
en oscuras zamarras, destrozaron
las farolas lanzando antologías
de poetas que no hablaban del punzón;
de aquel desasosiego,
de un dolor que afligía hasta la infancia.

No existiría jamás un día igual.

Existía, quizás, ese consuelo.


Es impresinante la exactitud y fuerza que caben en cada una de las palabras que compones este genial poema.

HE PENSADO DESPERDICIAR MI ÚLTIMA CONFESIÓN

A veces las horas se recorren por las malas,
y uno dobla las esquinas del tiempo
como si el olvido pudiera ser un pisapapeles.

Las ocasiones impares se vuelven imprescindibles
y todo parece cuantificable,
hay que tener cierto sentido de la orientación
para remediar las exactitudes estadísticas
de un boca a boca sin anestesia.

Seguramente sea cosa de mi fracaso
como aprendiz de vidente.
Soy de esos que asimilan con eficacia
siempre que no se exceda el límite de velocidad.

Y es que hay finales que se saben perdidas
con sólo iniciar el rescate de la primera intención.

He pensado en despojarme de las pausas
que componen mi ritmo cardíaco,
y darle la tarde libre al menos a un par de mis dolencias.
A ver si se apiadan de mí los alientos
que huyen del paladar con el botín de guerra entre las manos.

He pensado desperdiciar mi última confesión
y convocar los límites en los pulmones.
Así podría escrutar mis discapacidades
y deshacer los nudos marineros de las arterias.


Alguien a quien me une una fuerte admiración literaria y respeto humano, me comentó que este era su poema favorito de entre todos los que he escrito. Por ello y por su importancia personal queda aquí expuesto con todo el cariño.

UNA MOSCA ME RONDA LA OREJA

Todo está justificado.
Porque cada vez que dueño
y éxtasis comparten sus significantes,
una sobredosis de esclavitud
nos serpentea en la médula como una droga exclusiva
a precio de ganga.

Y la muerte se vuelve de goma espuma
y las prioridades se cambian de acera
y las cosas,
las mismas que ayer parecían mirarnos a pilas
nos echan en cara
que no hayamos asistido a su bautizo
a pesar de haber firmado personalmente las invitaciones.

Todo se vuelve fundamental
como una victoria a corto plazo
o como el último borracho del domingo.
Todo
es una fotocopia que el tiempo,
como buen reprógrafo,
nos ha ido vendiendo con ofertas irresistibles.

Y es entonces cuando no hay revoluciones
al alcance de la mano
y yo, particularmente,
me agarro a la lírica de las derrotas con todas mi fuerzas
y empiezo a formar parte
de una felicidad escogida al bulto.

Todo me incluye en su campo de energía
para que me explique.
Para que rinda cuentas por haber invertido mis agallas
en guerras para las que no he nacido.

Pero entones una mosca me ronda la oreja
y ese zumbido cubista
me despierta un enjambre de adjetivos y titanio
que me ascienden a la categoría de invencible.


Hay momentos en los que uno necesita que lo más insignificante haga despertarse a los sentidos para ser, aunque sólo sea por un momento, el héroe que nuestros defectos necesitan.

COMO SI HUBIERAS CADUCADO

Tiemblas como si hubieras caducado,
redundando en que no eres para siempre
y, sin embargo, ilesa
como si ya estuviesen preparados
los olores del próximo diluvio,
a sabiendas
de que florecerás en alguna zona protegida.

Se te han ido cayendo
los días que guardabas en la cumbre
hasta dejarlos
a la altura exacta que tienes cuando
estás de puntillas.
Nunca has tenido miedo, porque adoras
las interpretaciones subjetivas
de los sistemas métricos que te hacen
imperfecta. Exacta.

Pero a pesar de todo,
no tengo la más mínima intención
de exponerme a tu esbozo de futuro
sin seguro de vida a todo riesgo.
Te puede parecer superficial,
pero es que, a veces, uno hace las cosas
sin ver a los suicidas
tetraplégicos que ahora colman las azoteas,
y entiende dónde estaban los errores de cálculo.


He querido que este fuera el primer poema en compartir en el blog porque los errores de cálculo forman parte de la exclusiva sección de esos errores que nos convierten en nosotros mismos.